jueves, 14 de febrero de 2008

REVOLUCIÓN AGRÍCOLA

Por cientos de miles de años la humanidad vivió en grupos nómadas que se alimentaban de la caza, la pesca y la recolección. Sin embargo, hace alrededor de 10 mil años, el hombre aprendió a cultivar alimentos y a criar animales, ocasionando una verdadera revolución en la estructura social: las personas dejaron de desplazarse para establecerse en pequeñas aldeas que fueron la base de la civilización.
La sociedad agrícola. A partir de ese momento las creencias comenzaron a cambiar, aparecen las religiones, que eran cuerpos de creencias inexistentes hasta ese entonces: Las estructuras de organización más simples como la tribal, poco a poco dieron paso a gobiernos y reinados. La vida de las personas se rigió por los ciclos de la siembra y la cosecha, lo que se reflejaba en las fiestas dedicadas a sus dioses, sus ceremonias y costumbres y su idea de la vida en general. Esta sociedad, profundamente arraigada al campo, evolucionó a través de varios siglos hasta la siguiente revolución social, provocada por la máquina de vapor.
Hasta hace apenas unos 200 años, la organización social se estructuraba en torno a la agricultura, pero algunas circunstancias de gran importancia habían cambiado y estaban por dar paso a un nuevo tipo de civilización. He aquí la cadena de sucesos.
Una tierra redonda. Se descubrió que el planeta era redondo y que tenía continentes hasta hacía poco desconocidos. Estos descubrimientos dieron cabida a una época de exploraciones, conquistas y colonizaciones que estimularon el comercio internacional y la producción de bienes.
Más gente. En segundo lugar, mejoras importantes en la agricultura que hicieron más productiva la explotación agrícola de la tierra, como la rotación de cultivos, y una larga etapa de bonanza económica en los países europeos, provocaron que la población creciera rápidamente generando de esta manera más trabajadores que los que podían ocuparse en el campo. Estas personas se trasladaron a las pequeñas ciudades llamadas burgos, en busca de empleos.
El resultado. Todo esto configuró una situación favorable a la producción de bienes que lleva gran crecimiento de los pequeños burgos que se dedicaban a la manufactura. En los talleres se dio empleo a buena parte de los desplazados del campo, y así se conformó el nacimiento de las sociedades urbanas propias del capitalismo.
La máquina de combustión interna.En estas circunstancias se desarrolló la primera máquina de combustión interna. Al principio funcionó con carbón y más adelante con petróleo y sus derivados y después con electricidad. El empleo de máquinas en la producción resultó tan conveniente que a partir de ellas se comenzaron a hacer cambios profundos en la organización de las fábricas, como la división especializada del trabajo y la producción en serie. Más adelante estos cambios repercutieron en la estructura de la sociedad misma, sus ciudades y sus leyes. Para darnos una idea del poder de la máquina, baste recordar que a fines del siglo XIX, 100 años después de su introducción en Inglaterra, la productividad por habitante había crecido cerca de un 400 por ciento.
Una nueva sociedad. Con la revolución industrial la sociedad dejó de girar en torno a la agricultura y el ámbito rural para dar paso a una civilización urbana, en torno a las ciudades, con la fábrica como institución predominante. La sociedad funciona desde entonces de acuerdo a los ritmos de la producción industrial y las jornadas laborales. El trabajo se mide con base al reloj, las fiestas y celebraciones que tienden a dejar atrás sus significados agrícolas, para centrarse más en el consumo y dar satisfacción así a sistemas de producción cada vez más exigentes. Con la revolución industrial la sociedad cambia de manera muy dramática, generando una era de extraordinarios progresos y nuevos retos en todos los campos de la actividad humana.

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